El marco de la Barcelona de principios de siglo XXI se antoja un escenario ideal por varios motivos. El primero es que en los últimos años ha sido un campo fértil para la aparición de iniciativas ciudadanas denominadas como comunes urbanos. En segundo lugar, porque desde la revolución industrial ha sido simultáneamente una ciudad obrera y burguesa, cuya naturaleza dual y contradictoria refleja una lucha de clases que data de antiguo y evidencia el proceso a través del cual los actores históricos han ido moldeando la ciudad en función de sus intereses1. Dicha dualidad se ha visto acrecentada recientemente y se ve reflejada en el hecho de que, en los últimos años, ha estado regida totalmente por operaciones de marketing urbano basadas en dos pilares: por un lado, a través de la asociación de ciudades a conceptos de bondad indiscutible como la cultura, la eficiencia energética, la innovación o el desarrollo2; y, por otro, la organización de eventos internacionales3, ambos orientados al mismo objetivo: impulsar la ciudad en la carrera internacional para conseguir capital externo.
Todo ello ha hecho que Barcelona sea cada vez más tematizada (Casellas, 2006; Delgado, 2004), una ciudad pensada para turistas e inversores en la que los habitantes se convierten en el atrezzo necesario que funciona como reclamo4. Las políticas neoliberales introducidas, primero de forma sutil, en los últimos años de gobierno socialista y, posteriormente, de forma más evidente, tras la llegada de CIU al poder en 2011, no han hecho sino acentuarlo:
Lo que antes se hacía con una cierta mala conciencia ahora se hace con cinismo y triunfalismo: privatización de los espacios públicos -incluso las aceras-, oferta de zonas enteras y bien posicionadas a los capitales financieros internacionales como en la zona del Puerto y Montjuic, favorecer el turismo de todo tipo en detrimento de los residentes como en la Barceloneta […] El resultado es un sentimiento de desposesión de la ciudadanía, una creciente tendencia a aumentar las desigualdades sociales, una degradación de la imagen internacional de Barcelona, una pérdida de valor de la capital de Catalunya. (Borja, 2014b).
Tanto es así que son varias las voces que denuncian la mercantilización de la ciudad y que el modelo Barcelona ya no existe como tal, sino que ha dado paso a la marca Barcelona (Balibrea, 2004; Blanco, 2015; Bonet i Marti, 2011a; Borja, 2014a; Casellas, 2006; Ribera-Fumaz, 2013, 2017), una marca más preocupada en proyectarse a sí misma como una ciudad innovadora, eficiente e inteligente bajo el concepto-paraguas de Smart-City, que en dar respuesta a las demandas de sus ciudadanos. Pese a todo, el Ayuntamiento tampoco parece ser del todo ajeno a la problemática social, y, ya sea por convicción o por estrategia política, en los últimos tiempos de la legislatura de Xavier Trias (CIU) empieza a dar pasos en esa dirección (ejemplos de ello son el celebrado Pla Buits5 o el aparente cambio en el discurso municipal más conciliador con los movimientos sociales a raíz de las movilizaciones de Can Vies, Can Batlló o Fabra i Coats (Mumbrú Escofet, 2014).
No obstante, y sin menoscabo de lo anteriormente dicho, tampoco puede olvidarse que las movilizaciones sociales que se han visto recientemente son herederas de una larga tradición asociativa que empezó a cobrar gran importancia en los movimientos sociales de los años 70 o las luchas sindicales y anarquistas de finales del siglo XIX y principios del XX6. A fin de cuentas, Barcelona es también una ciudad que, tradicionalmente, se ha preocupado por los aspectos sociales y por la mejora de la calidad de vida de sus habitantes, tal y como demuestran los numerosos ejemplos de intervenciones urbanísticas7 realizadas en esa dirección, por un lado, y la existencia de una arraigada tradición asociativa y obrera de cooperativas y movimientos vecinales, por otro, que ha reclamado medidas en esa línea cuando ha hecho falta.
Algunos de los ejemplos más recientes de las numerosas movilizaciones que ha habido en Barcelona en las que la ciudadanía ha adquirido y exigido un papel activo como vehículo para hacer frente a algunas medidas impopulares y con un marcado carácter social son las caceroladas y concentraciones realizadas contra la guerra de Irak (2003), las movilizaciones por el forat de la vergonya0 o contra las obras de remodelación del Port Vell (2012), el proceso participativo de la cubrición de las vías de tren del barrio de Sants (2013)8 9. No obstante, la más notoria realizada hasta la fecha fueron las protestas del 15M en la Plaça Catalunya que congregaron a miles de personas desde el 15 de mayo hasta el 30 de junio de 2011 contra las desigualdades sociales provocadas por las medidas de austeridad y la corrupción política.
Todo este caldo de cultivo favoreció la llegada al Ayuntamiento de Barcelona en Comú en 2015, un partido constituido apenas meses antes de las elecciones del 24 de mayo y nacido inicialmente como plataforma ciudadana10 que recoge buena parte de las reivindicaciones, motivaciones, idearios y formas de proceder de movimientos como el 15M. Sobre este aspecto son significativas las palabras que hizo Ada Colau en su discurso de toma de posesión del cargo: «En estas elecciones ha habido un voto por el cambio y este cambio se producirá» (VilaWeb, 2015, nuestra traducción). Aunque a fecha de realización de esta investigación es pronto para evaluar su actuación en el consistorio (y, por otra parte, escapa de su alcance)11, parece haber varios puntos de encuentro entre las políticas del gobierno de Colau con las reivindicaciones de los comunes urbanos, de ahí que consideremos Barcelona como un emplazamiento idóneo para su estudio.
Remitimos a la lectura de Aibar y Bijker (1997), en la que interpretan el planeamiento del futuro Eixample de Barcelona como el resultado de una lucha de intereses entre los distintos agente sociales de la ciudad.
[return]El ejemplo más claro son las acciones del consistorio orientadas no solamente a vincularse al concepto de Smart City, sino a liderar el debate y su definición, mediante la redacción de papers, elaboración de protocolos y organización de congresos internacionales temáticos.
[return]Los eventos más recientes son el Mobile World Congress que tiene en la ciudad su sede permanente, el Smart City Congress, el Circuit o el Fórum de les Cultures 2004. Todos ellos son los casos más actuales de una historia de organización de eventos que se viene de antiguo y en la que destacan los Juegos Olímpicos de 1992 o las exposiciones universales de 1929 y 1888.
[return]Dicho viraje hacia la tematización y turistificación no ha estado exento de polémica. Ejemplo de ello han sido las protestas, cada vez más crecientes, contra el elevado número de turistas y que, finalmente, han dado lugar a la constitución de entidades como la Assemblea de barris per un turisme sostenible (ver anexo Fichas de casos -pag 397 para más información). A modo de ejemplo, en 2016 el número de pernoctaciones de turistas por habitantes en Barcelona era de 9, por encima de la media europea (6) y únicamente superada por Ámsterdam, con 12 (Verdú, 2016). Otros problemas relacionados con el turismo son el aumento de número de pisos destinados a uso turístico y el consiguiente incremento del precio de los alquileres (Baquero, 2017; Cols, 2016; Huki, 2017).
[return]Para más información sobre el programa municipal «Pla Buits», remitimos a la lectura de El «Pla buits» de Barcelona (Baiges, 2016) y a la página 219 de la sección 6.4, dedicada al caso del Espai Germanetes, donde se desarrolla con mayor profundidad en qué consistió.
[return]Remitimos a la lectura de (Federació d’Associacions de Veïns i Veïnes de Barcelona, 2010), que recoge más de 100 luchas vecinales entre los años 1970 y 2010.
[return]A modo de ejemplo, buena parte de la Barcelona que conocemos hoy se asienta sobre el Eixample de Cerdà: un proyecto con una clara vocación de construir una ciudad ideal, más igualitaria y más higiénica. Por otra parte, todavía hoy son visibles las obras de arquitectos con una vocación social, como son las obras racionalistas e higienistas del GATCPAC (Grup d\‘Arquitectes i Tècnics Catalans per al Progrés de l\‘Arquitectura Contemporània) o las numerosas plazas duras construidas en la Barcelona pre-olímpica. Para más información al respecto remitimos a la lectura de (Montaner y Muxí, 2011).
[return]Dicho proceso participativo se culminó en agosto de 2016 con la inauguración del parque lineal «Els jardins de la rambla de Sants» (http://eldigital.barcelona.cat/els-jardins-de-la-rambla-de-sants-nou-espai-verd-que-cobreix-les-vies_371675.html)
[return]Ejemplos más recientes de manifestaciones -aunque esta vez ya con el gobierno de Barcelona en Comú- los encontramos en la manifestación convocada por la plataforma Casa meva és casa vostra contra la falta de compromiso del gobierno de España de acoger a refugiados sirios de 2016 (EFE, 2016b) y 2017 (El Periódico, 2017a; Puig, 2017).
[return]Actualmente en Barcelona en Comú confluyen los partidos políticos Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), Esquerra Unida i Alternativa (EUA), Equo y Podemos así como el movimiento social Procés Constituent.
[return]Para una primera valoración sobre el mandato de Barcelona en Comú remitimos a Bellver (2017) donde 25 representantes y portavoces de organizaciones sociales, entidades vecinales y ONG hacen balance del mandato y enuncian los aspectos que consideran pendientes del mismo. A pesar de las disparidades, el balance general es positivo aunque también crítico.
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